Intensidad. Agresividad. Dos conceptos bien diferentes que se usan a partes iguales para describir el juego del Atlético de Madrid. Un juego en ocasiones escaso que dista mucho en calidad del que se practicaba en los noventa, pero que a mí, casi siempre, me enamora. Y no, no lo hace porque espere ver obras maestras convertidas en jugadas sobre el campo. A mí los rojiblancos me conquistan cuando siento que lo han hecho todo, que no han podido dar más de sí. Que en este partido ha sido el éxito o el fracaso, y que no hay más opción que morir luchando. Cuando cumplen con encuentros como el que ha firmado Antoine Griezmann frente al Almería. Esos son los hombres de Simeone. Ese era el Cholo cuando jugaba.

Recuerdo cuando enfrentarse al Atleti no provocaba tranquilidad en el rival. Ni indiferencia. Les he visto en lo más alto, batirse en duelo con Madrid y Barcelona sin que fueran momentos históricos. Era otra época, eran partidos para la historia. Eran campeones. Temidos. Respetados. Y, cuando el equipo estaba en lo más alto, llegaron los problemas. Pero antes… ¡cómo era el equipo de antes! Recuerdo al inolvidable Jesús Gil y si cierro los ojos puedo ver mi primer partido en el Calderón: don Francisco Narváez metía un auténtico golazo frente al Athletic y el estadio estallaba con el cántico de “Kiko Gol” mientras él hacia su gesto del arquero. Aquel Atlético también era intenso. También era agresivo. Pero nunca fue cuestionado por su juego. Caminero o Pantic creaban el juego. Incasables. 90 minutos.

Soy consciente de que una generación de aficionados no ha visto jugar a jugadores que siempre tocarán el corazón colchonero,… Que muchos no vieron a Vieri o a Juninho sobre el césped. Me consta que algunos tomaron por costumbre las derrotas frente al eterno enemigo y tuvieron que callarse cuando buscaban “rival digno”. Vi a mucha gente someterse y bajar la cabeza, como si ser del Atleti fuera algo vergonzoso, como si el solo escudo no llenase de orgullo a cualquiera.

Las cosas vuelven a ir bien por el territorio comanche. Parece que se han superado los baches económicos, los problemas con los aficionados, la falta de actitud que asoló a los jugadores en algunas temporadas… En Europa vuelven a saber quiénes son esos de las camisetas rojiblancas y, los ídolos de otras épocas han vuelto para llenar de gloria el nombre del club y sus colores. No basta. Ahora, sí, ahora, el aficionado quiere más. No se busca a ese Atlético de Madrid que jugó ante el Celta y al que no le salía nada. Se quiere a ese que luchó estoicamente el partido de vuelta de Copa del Rey frente al Barcelona. Se quiere al que consiguió vencer en casa al Real Madrid, al que les eliminó en la Copa. Se quieren títulos, pero no se celebran antes de tiempo. La fórmula del éxito es el trabajo y los rojiblancos deberán seguir con la filosofía del partido a partido, dejándose la piel durante los ‘93’ minutos que dura el encuentro. Porque, señores, la historia no termina hasta que el árbitro señala el final y, eso, el Atlético de Madrid, ya lo tiene grabado a fuego.

Sobre El Autor

Laura Tirado

"Conseguir nuestro sueño pasa por ser valientes." Jürgen Klopp.

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