La realidad de Dani Álves ha cambiado de una Copa a otra, tan rápido como el Barcelona se ha hecho con el segundo triplete histórico.

Sí. De aquellos «es un perro, no puede tener un lugar en el Barcelona», pasando por los «¡lógicamente no tiene un lugar en la Copa América», al «¡qué bueno que ha renovado!» o al «¡menos mal le han llamado a la Copa América!»… apenas han pasado unos días.

Lo cierto es que este particular futbolista ha sido y sigue siendo, de los mejores laterales del mundo. A muchos puede gustarles, o no, su particular extravagancia, pero dentro del campo de juego siempre ha dado lo mejor de sí. Incluso, cuando cegado por su ansia de ganar, se pasa un poco de rosca.

La ambigüedad de comentarios antes mencionados, resulta de lo más normal. Sobre todo cuando el deportista en cuestión supera los 30 años y comienzan a saltar al campo una serie de fantasmas extras.

En el caso de Dani Alves, se venían sucediendo desde hace tiempo, y se agravaron tras la penosa actuación de su Brasil en el Mundial de 2014, en el cual era la gran favorita y culminó humillada 1-7 con Alemania y relegada al cuarto puesto.

Para el brasileño, perder ese Mundial fue revivir el fantasma del Maracanazo. No podían y no pueden creerlo. Pero lo cierto es que no solamente Alves jugó mal. Todo el equipo lo hizo mal, y sin juego colectivo, estaba claro que nadie podía ganarle a una Alemania que triunfó de principio a fin.

Luego vino el culebrón. A sabiendas de que su contrato con el Barça finalizaba el 30 de junio y fiel a su estilo, Dani comenzó a correr la bola de que estaba jugando su última temporada en el equipo catalán. Una mala táctica, sabiendo cómo reacciona la afición ante este tipo de comentarios.

Sin embargo, sus actuaciones en los primeros partidos de la temporada le transformaron en indiscutible, hasta el 21 de febrero, cuando al querer jugar un balón con Claudio Bravo, este le quedó corto y Juanmi anotó el gol que le dio al Málaga la victoria en el Camp Nou.

El culebrón se acentuó y Dani volvió a ser el peor lateral del mundo. A pocos les importó lo que dio en siete temporadas al servicio del blaugrana  y cualquiera se animaba a detallar los motivos por los cuales «no merecía tener un lugar en el Barcelona». A pocos, incluido el entrenador, Luis Enrique, quien continuó confiando en él, a tal punto de que fue el lateral con más partidos en la temporada, arte y parte del gran triplete de Liga, Copa del Rey y Liga de Campeones que el equipo ganó gracias al juego colectivo.

Era casi previsible que con una victoria en Berlín, vendría la renovación. Y sucedió. Lo que seguramente no se imaginaba era que, lesiones mediante, a tres días del estreno en la Copa América, volverían a llamarle a la selección brasileña, después de once meses de ausencia.

Un premio, sin dudas, a la temporada de este excéntrico futbolista que puede no dar la imagen que un club como el Barcelona pretende mostrar, pero del que nadie puede decir que no salta al campo, siempre, con ganas de más.

Con Brasil tiene la difícil misión de mejorar la imagen perdida hace años por la selección. De borrar lo sucedido en Argentina 2011 y en Brasil 2014… de volver a demostrar que el espíritu del Pentacampeón sigue vivo.

Con Brasil, y junto a Neymar (Barcelona) y Miranda (Atlético de Madrid), Dani Alves tiene la difícil misión de demostrar que puede ascender una vez más a la gloria, tan rápido como descender al infierno

 

 

 

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