Tengo dos hermanas mayores, ambas bastante deportistas. Mis primeros recuerdos de infancia son campos de tierra donde mi hermana mayor jugaba y yo correteaba con un balón en los pies. Bueno, debería especificar algo más: Mis primeros recuerdos de infancia son campos de tierra donde mi hermana mayor quitaba el agua de los charcos junto a sus compañeras de equipo para poder disputar el partido (siempre a las peores horas) y después, jugaba.

Pero además hay otra cosa que sí que recuerdo: Nunca se quejaron.

Valga esta experiencia, nada fuera de lo común si se cruzan con cualquier hombre nacido en los años 80, para entender la situación en la que se encontraba España antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Es verdad que tras esos juegos España avanzó varios pasos en cuanto a resultados y competitividad se refiere, con el Plan ADO como estandarte. Pero de eso hace ya veintitrés años.  Y ni el Plan ADO centró sus esfuerzos en el deporte femenino.

Digámoslo claramente: España no es un país polideportivo y nos importa tres pimientos todo lo que no sea el fútbol, Rafa Nadal, Pau Gasol y Fernando Alonso, aunque este último solo si gana. Quien diga lo contrario, os miente. Pero vayamos más allá para ver si podemos enrojecernos un poquito más: somos tan mezquinos con varias disciplinas deportivas que les pedimos resultados en los Juegos Olímpicos o les apoyamos si aparecen por la tele, especialmente de cuartos de final para adelante. Si no, son todos unos perdedores. Esa es nuestra sociedad. Y es culpa nuestra.

Pero centrémonos en el deporte femenino específicamente, pues de eso trata este texto, del ninguneo a las mujeres por parte de todo el mundo en España. No pretende ser un alegato quejumbroso de la poca ayuda que reciben, de sus deportes minoritarios (aquí no podemos hacer distinciones, el deporte es el que es y si en España no hay afición por el Taekwondo no la hay, aunque tengamos a Joel González) o de sus fracasos en según qué disciplinas. Vamos a hablar de potencialidad, de recursos y de capacidad de explotación de deportes que sí tienen posibilidades.

Empecemos por uno fácil, el fútbol. Estamos todos hartos de la sobreexplotación en los medios, donde se habla de todo menos de deporte. ¿Hay tradición de fútbol en España? Sin duda. ¿Tenemos jugadoras potencialmente buenas? No hace falta mirar muy lejos, ahí está Vero Boquete, en el Bayern de Munich y optando al Balón de Oro. Entonces, ¿cuál es el problema? Nuestro machismo subliminal. Digo subliminal porque nadie cree que es machista por dar los peores horarios de entrenamiento a las chicas o ver a  padres pidiendo a jugadoras rivales que se vayan a fregar, igual que nadie piensa que es racista pero utiliza términos como “panchito” para referirse a una persona sudamericana. Ese tipo de machismo impregnado en nuestra sociedad y que me asquea sobremanera. Baste recordar al exseleccionador de fútbol Ignacio Quereda y su término “chavalitas” ante mujeres profesionales en un Mundial de Fútbol.

Es probable que alguien diga “sí, pero el fútbol femenino es distinto, más lento, más flojo, son peores técnicamente”. Mi respuesta es muy sencilla: Florence Griffith tiene el récord del mundo  de 100 metros lisos femeninos (sospechas de dopaje aparte) en 10.49. Ese tiempo, en la disciplina masculina, es poco más que amateur. ¿Por qué nadie compara marcas de otras disciplinas pero se empeña en comparar en fútbol? Además, cabe decir que sobre el tema técnico, hay muchas jugadoras que dan mil vueltas a los hombres. Son más lentas, sí, más débiles físicamente, seguramente. Pero eso no quita para tratarlas con justicia.

Prosigamos en este viaje con el baloncesto femenino donde, oh, somos subcampeonas del mundo y terceras en el último Eurobasket. Pensemos en Amaya Valdemoro que tiene 3 anillos de la WNBA, uno más que todo un Pau Gasol. Hablemos de Laia Palau y tantas otras que tienen que hacer las maletas porque aquí en España solo nos acordamos de ellas cuando hay campeonatos mundiales.

Pensemos en Silvia Navarro, harta de parar balones en una portería de balonmano, en Macarena Aguilar, líder de un equipo que cada JJOO y Mundiales da la cara. Pero a nosotros nos sigue dando igual, mientras agitemos la bandera española por medio mundo. Gritamos eufóricos “soy español, ¿a qué quieres que te gane?” y ni sabemos dónde juegan nuestras jugadoras.

Hablemos de Ruth Beitia, que se lleva retirando años y sigue rindiendo como las mejores en Europa; hablemos de Mireia Belmonte, que se tiene que ir a entrenar fuera de España porque aquí somos incapaces de dotarle de medios junto a su entrenador. Pero no te preocupes Mireia, vamos a gritar tus éxitos como si fueran nuestros y a olvidarte lo más rápido posible si no ganas, pues así somos. Pregunta a David Cal.

Podríamos dar miles de ejemplos, como Carolina Marín, Gisela Pulido, Jennifer Pareja y su maravilloso equipo de waterpolo, Queralt Castellet, Maialen Chourraut, las chicas de Gimnasia Rítmica… demasiadas como para no darnos cuenta de lo mal que lo hemos hecho por partida doble: una por ser unos obtusos respecto al deporte femenino en cuestión y otra por no ver su potencial.

El deporte masculino, con sus idas y venidas, está colapsado en cuanto a infraestructuras se refiere. Es en el deporte femenino donde hay que poner el esfuerzo y los recursos para que esto prospere. Es ahí donde está el nicho de mercado para posibles empresarios. El deporte femenino en España es un fenómeno en expansión que más temprano que tarde va a explotar y quien esté ahí antes se llevará un trozo gordo del pastel, simplemente por una cuestión de sentido común: el Siglo XXI es el momento donde las mujeres dirán “hasta aquí hemos llegado” y quien no quiera verlo tiene un problema.

El deporte es un vehículo perfecto de cohabitación entre sociedad y valores, como bien entendió Nelson Mandela. Propaganda de lo que queremos ser. España tiene en sus mujeres el sostén necesario para que el país logre muchos, muchos éxitos y que no haya una Mireia Belmonte cada setenta años.

Ellas son el futuro. Ellas son el presente. Es tiempo de que lo entiendan.

Ricardo Zazo (@RichiZazo)

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.