Lanzados. No se me ocurre otra palabra para describir la actual situación del Real Betis en la Liga Adelante. Los verdiblancos lideran la clasificación con seis puntos de ventaja –más gol average ganado-  sobre Sporting de Gijón y Girona, segundo y tercer clasificado respectivamente. El equipo de Pepe Mel con la última victoria sobre el Zaragoza encadena cuatro partidos consecutivos ganando, algo que le hace estar más cerca del objetivo marcado a principios de temporada: el ascenso a Primera División.

Ante todo hay que tener los pies en el suelo porque aún no se ha conseguido nada, y quien conozca un poco al Betis sabe de qué hablo. Recordar: capaz de lo mejor y de lo peor. Quedan ocho finales, 24 puntos en juego y sufrimiento, sin sufrimiento no hay Betis. ¿Ilusión y ganas? Por supuesto. Ganas de volver a ver al Real Betis en la categoría que le corresponde por historia y por afición, categoría que – siguiendo esos principios- jamás debería abandonar.

Pepe Mel ha vuelto a inyectar alma al equipo y fundamentalmente actitud. Esa palabra mágica. Ha vuelto a recuperar a esa pareja que tantas alegrías sigue dando al beticismo, Rubén Castro y Jorge Molina: hechos para estar el uno con el otro en el terreno de juego. Ha vuelto a ilusionar a una afición que ya dejó atrás el ridículo de la temporada pasada y que vive cada partido en el Benito Villamarín como si fuera el último. El club sabía que Pepe Mel era la pieza que unía equipo y afición, era la pieza de un puzzle que ya se había completado en etapas pasadas.

Ocho kilómetros, ocho peldaños, ocho finales. Cabeza y corazón. Cabeza para mantenerse firme en una lucha que aún no ha acabado. Corazón sobre el que late el escudo de las trece barras verdiblancas. Volveremos.

Sobre El Autor

Cris Olid

“A todo el que se ponga la camiseta del Betis le tiene que hervir la sangre verde. Y al que no le guste que se vaya a otro club. Es una filosofía que hay que inculcar.” Sebastián Alabanda.

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