Nada más bonito y excitante que una gran historia de amor: Amores reales, de literatura, de cuentos, imposibles pero grandes amores al fin y al cabo: Romeo y Julieta, Cleopatra y Marco Antonio, Diego Marcilla e Isabel de Segura (Los amantes de Teruel), Rainiero de Mónaco y Grace Kelly, John Lennon y Yoko Ono, Elizabeth Taylor y Richard Burton y un largo etc. Un gran número de amores intensos y a veces truncados por diferentes razones. Hay muchas historias que nos llegan hasta lo más profundo del corazón, unas con un final feliz y otras que aún no tienen su desenlace pues todavía las están viviendo… historias en las cuales se hace todo por mantener el amor que sienten por la persona que aman y con la cual quieren compartir el resto de sus días, e incluso hasta dan la vida por ell@s, o se hacen a un lado con tal de que la persona que aman sea feliz.

Y alguien decidió que ese amor de pareja se celebrara el 14 de febrero. No soy yo de celebrar fiestas marcadas en el calendario por otros; me gusta celebrar mis fiestas, cualquier día que me dé una alegría, sea la que sea; a la vida le encanta darnos sorpresas buenas y tortazos terribles por lo que un regalo para el cuerpo pase lo que pase siempre es bienvenido.

La otra parte de la relación más larga, duradera y fiel que mantengo me citó a las doce del mediodía en un día lluvioso y frío como pocos; no estaba la jornada para muchas tonterías pero la cita del fin de semana anterior resultó tan gratificante que acudí al encuentro con la ilusión de una jovencita esperando su regalo.

La velada no prometía mucho en sus comienzos, como si el órgano de la imaginación se hubiera secado, como si lo vivido hacía una semana no hubiese ocurrido. Sin embargo, poco a poco dejó atrás los recuerdos de los besos de aquella cita, y decidió introducir nuevos sabores, dulces, sabrosos y exóticos. El fútbol se vistió de frac e hizo su aparición. Una bella triangulación acabó con el balón en el palo tras tiro del más elegante, Xabi Prieto, y Oyarzabal tras centro de Yuri, puso el balón en el fondo de la red. Y a partir de aquí sonó la música en Anoeta y la elegancia hizo su aparición en forma de fútbol de frac.

Illarra se vistió su mejor traje y se convirtió en la columna vertebral de los demás. Vela se dedicó a lanzar flechas en forma de pases magistrales que Oyarzabal y Jonathas no desaprovecharon; Prieto dibujaba retazos de su biografía condimentándolos con toques de fantasía. Y el adolescente de la velada, Mikel Oyarzabal, añadía un “don” a su nombre con su clase, entrega, goles, juego y elegancia. Fútbol de frac para celebrar nuestra relación.

«Amar no es mirarse uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección». Antoine de Saint-Exupery

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