La Liga pasaba por el partido del Sánchez Pizjuan. Y vaya que si pasó. Pasó para dejarnos ver a todos una vez más la magia del fútbol, la eterna demostración de que en esto no hay nada ganado hasta el pitido final. El Sevilla FC, uno de los dueños de Europa y propietario de una de las primeras plazas de nuestra clasificación recibía al Barcelona. El conjunto rojiblanco está aún en la lucha por los puestos de Champions y parece tener muy claro su objetivo. A los de Emery solo les vale una cosa, ganar.

El empate frente al Barça de ayer noche se vivió casi más como una victoria. Un 2-2 que consiguieron desde casi el minuto 1. ¿Cómo es posible? Gracias a ella. Ella que da su aliento, su voz, su apoyo incondicional. Ella, que cuando el marcador marchaba 0-2 en favor del conjunto de Luis Enrique coreó el himno del centenario. Ella, que al inicio de cada encuentro, es capaz de cantar a capela el que quizás sea (ahora mismo) el himno más bonito del panorama futbolístico español. Ella, que cuando parecía que todo estaba perdido confió en sus jugadores, su fuerza, su técnica, su buen hacer y su fútbol. Ella que sigue el Sevilla allá donde va, para festejar en la victoria y animar y acompañar en el llanto de la derrota. Ella sin la que el estadio se ve vacío, muerto, silencioso y triste. Ella que vive días gloriosos gracias a jugadores como Iborra, Mbia, Bacca, Vitolo o Sergio Rico. Ella que sin número definido a la espalda se convierte cada jornada en el jugador más importante del partido. Ella. La afición sevillista.

Dicen que el jugador número 12 es determinante en los partidos difíciles, y así lo iba a ser ayer. El Sevilla no iba a empezar del todo bien el encuentro y llegó a verse en el marcador con 2 goles por debajo. Muchos lo veían como finalizado, perdido…¿estamos locos? Llevaban media hora de la primera parte. Parecía que el partido se había terminado y que el Barça se llevaría la victoria de la ciudad hispalense de una forma tranquila, cómoda. Estaban equivocados. ¿Quiénes? Pues todos aquellos que se atrevieron a dar por muerto a un equipo como el Sevilla. Puede que no haya jugadores que individualmente marquen tanta diferencia como en el conjunto rival, pero ellos como bloque son fuertes en defensa, decididos en ataque, astutos en el pase, y sobre todo no se dan por vencidos. Uno no llega a estar en la parte alta de la tabla siendo un conjunto que no pelee hasta el final. Y ayer quedó claro. El Sevilla es comunión. Es idilio entre equipo y afición. De esas situaciones que te ponen el vello de punta, seas del equipo que seas. El sello del Barcelona ayer era el de ser el líder de la Liga y su ya famoso estilo de juego basado en el toque. El sello del Sevilla una vez más fue el coraje en el juego y ella, su afición.

     …Y es por eso que hoy vengo a verte,

                                                             sevillista seré hasta la muerte, la Giralda

                                                             presume orgullosa de ver al Sevilla en

                                                             el Sánchez Pizjuan… 

 

 

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