Se estrenó Argentina en Copa América. Se estrenó y digamos de forma suave que, no lo hizo todo lo mejor que podía. ¡Qué demonios! Lo hizo mal. Es decir, jugó bien, dominó (la primera mitad), tuvo oportunidades, tenía sobre el césped quizás al equipo con más posibilidades de toda la competición y se dejó ir. Sí, eso fue, se dejó ir. No mantuvo la constancia y la fuerza de los primeros 45 minutos durante la segunda parte. 2-2 En el marcador y la cosa que no pinta tan bonita como debería para la albiceleste. Paraguay consigue dar una bofetada al conjunto argentino y le roba dos puntos a los de Gerardo Martino que se las verán ahora con Jamaica y Uruguay.

No pudo ser. Los argentinos, que parten como una de las selecciones favoritas a alzarse con el título, no pudieron llevarse el partido. Fueron como una empresa que funciona con un engranaje perfecto durante la mañana y por la tarde se queda dormida. Se la meriendan. Y eso hizo Paraguay. Tiró del carro, luchó y terminó levantandole a los de Messi y compañía un partido que en la primera mitad estaba ganado. El resultado era favorable y el juego de la selección capitaneada por ‘D10S’ y dirigida por el ‘Tata’ estaba disfrutando y haciendo disfrutar, entre otros gracias a la actuación de un hombre. Un jugador que demuestra su fuerza y buen hacer en cada encuentro y al que no nos dedicamos a corearle el nombre porque no es de los que hace goles. Javier Mascherano.

El jefecito‘, o más bien ‘el jefazo‘, fue de nuevo determinante. Tal y como lo ha sido durante toda la temporada en el FC Barcelona, pero con una salvedad, su posición. Volvía a ocupar ese puesto de mediocentro que es natural en él, dejaba a un lado su extraordinaria labor como central en España. Sobre el terreno de juego Mascherano es un mandamás. No le hace falta tener sobre su brazo el brazalete de capitán para ordenar, mandar y comandar la dirección de la pelota y controlar la posición. Y cuando hablo de posición no me refiero solo a la suya. Con la albiceleste, el dominio sobre el campo de Masche se extiende más allá, consigue orquestar al conjunto completo y también bascular las defensas contrarias para crear espacios a sus pibes. A sus compañeros. A la selección argentina.

Sinceramente, sin Mascherano sobre el terreno de juego todo sería más complicado. No voy a ocultar a estas alturas mi admiración por el jugador pero he de reconocer que tengo buenos fundamentos y motivos para ello. ¿No les sucede lo mismo? Es de esos jugadores a los que no se considera una estrellita, pero tampoco un «sucio» , al contrario, hace su trabajo, lo hace bien y encima es un señor, un jefe, dentro y fuera del terreno de juego. Ya lo hizo genial en el pasado Mundial como mediocentro, y también comienza con buen pie su trabajo personal en esta Copa América.

Mascherano representa como nadie una frase de la que se hace eco este vestuario…en él comienza y acaba el partido. En sus botas comienza el ataque y el juego de la albiceleste. En sus botas termina el juego de los rivales de Argentina.

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