La ley de la selva

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Dicen que en la selva impera la ley del más fuerte. En el fútbol, al parecer, también.

En la selva el león es el rey. Su fuerza, su porte y hasta su melena intimidan al resto de animales; les hacen sentirse inferiores hasta tal punto de pensárselo dos veces antes de atacar al más poderoso de los animales. La cosa cambia cuando es el león el que ataca. Ahí sí, no te queda otra que defenderte con garras, colmillos e incluso cuernos, si eres por ejemplo, un ciervo. No tienes fácil salir victorioso y probablemente acabarás siendo la cena del rey pero tienes que intentarlo. Te va la vida en ello.

El lobo es, a priori, inferior al león, claro, pero cuenta con una gran ventaja que vas más allá de sus propias cualidades físicas, que también las tiene. Y es que al lobo le acompaña siempre la manada. Ese es su poder. El lobo caza en manada, lucha en manada, se defiende en manada. El lobo vive y muere en manada. Esta característica, entre otras, hace del lobo uno de los animales más temibles de la selva.

Luego están las hienas. A casi nadie le gustan las hienas. No son excesivamente hábiles a la hora de cazar, pero son oportunistas, no les importa alimentarse de la carroña que deja el resto, tienen grandes mandíbulas para masticar hasta los huesos y son capaces de robar las presas de sus vecinos cuando estos se descuidan. Y tienen esa risa…

Los monos nos parecen graciosos, aunque el resto de los animales puede llegar a considerarlos un incordio.

¿Y por qué me ha dado por hablaros hoy de animalitos? Tal vez porque, como el Cholo, prefiero pensarme mucho lo que digo, o lo que escribo en mi caso. Porque es más amable escribir de animales que de la UEFA, los árbitros, Busquets o Suárez. Porque sé que mis queridos lectores, indios en su mayoría y enfadados como yo también en su mayoría, conocen la ley de la selva, saben que en el fútbol los leones pueden convertirse en hienas y que un mono puñetero puede llegar a estropear una buena cacería.

Pero saben también que, ya sea en la selva o en el fútbol, el león no puede subestimar al lobo pues le acompaña siempre la manada.