Vivimos una época en la que todo está inventado, los empresarios se preocupan más por vender un producto que por ese algo que nunca estuvo en venta, se paga a figurantes por animar en los estadios, a cualquiera que sobresalga se le pisa inmediatamente y las mujeres que entran en “un mundo de hombres” siguen siendo noticia. A pesar de ello, y afortunadamente, cada vez son más las que consiguen triunfar como profesionales del deporte rey, no solo en los terrenos de juego, sino también en los banquillos y despachos.

El elevado número de participantes mujeres en los Juegos Olímpicos, las medallas que cuelgan del cuello de Mireia Belmonte, la fiereza de las guerreras o el nivel de las futbolistas son solo algunos de los detalles que han colocado a todas estas chicas en lo más alto del podio y las ha convertido en referentes mundiales, independientemente de su sexo. Pero además de las deportistas están las que dirigen, las que mueven los hilos e impulsan el motor de los equipos, las que toman decisiones y están al frente de empresas tan potentes como los clubes de fútbol.

Las dueñas de los banquillos

En el último año se produjo un ascenso en el número de mujeres con cargos que habitualmente ocupaban solo hombres. Uno de los casos más sonados fue el de Helena Costa. En mayo fue elegida para sentarse en el banquillo del Clermont y convertirse en la primera en dirigir un equipo de Segunda de las cinco grandes ligas. A pesar de su currículum – entrenadora de las categorías inferiores del Benfica, de la selección femenina de Catar e Irán y ojeadora del Celtic de Glasgow – tan solo un mes después decidió renunciar al banquillo. Corinne Diacre, quien posee el récord de ser la primera mujer en conseguir un diploma de entrenadora profesional en Francia, fue la encargada de sustituirla.

En Reino Unido, Shelley Kerr también pasó a engrosar la lista de nombres de entrenadores de la Universidad de Stirling – Segunda División escocesa – y de mujeres al frente de equipos masculinos.

Las líderes 

No fue hasta 1980, cuando María Ignacia Hoppichler, fallecida en 2005, se convirtió en Lorca en la primera presidenta de un club de fútbol profesional. En 1994, Teresa Rivero pasó a ser la primera mujer al frente de un equipo de Primera División: el Rayo Vallecano, a pesar de reconocer que no tenía demasiado gusto por el deporte rey. Se mantuvo hasta 2011, cuando los Ruiz-Mateos traspasaron las acciones del club al empresario Raúl Martín Presa.

Hoy tenemos que adentrarnos hasta la Segunda División para encontrar a María Victoria Pavón e Isabel Tarragó, presidentas del Leganés y Llagostera respectivamente y bucear hasta la Segunda B para descubrir a Sagrario González (Astorga). Todas ellas tienen dos cosas en común: presiden equipos masculinos y hacen malabares para no descuidar ni a sus familias ni sus otros trabajos.

María Victoria Pavón, presidenta del C.D. Leganés decidió dedicarse al mundo del fútbol por un motivo sentimental. Mima al equipo y vela siempre por sus intereses. Ella admite que no estaría en otro club que no fuera el Leganés y rechaza la idea de tratarlo como si dirigir un club fuese exclusivamente un negocio.

Victoria asegura que siempre se ha sentido bien tratada aunque a veces le preguntan si de verdad entiende de fútbol o si le gusta.

“En líneas generales siempre me he sentido bien tratada, puedes encontrar matices al ser mujer, te preguntan si entiendes de fútbol o si realmente te gusta, si mandas… pero son pequeñas anécdotas a las que nunca he dado importancia”

Su llegada a la presidencia se produjo por casualidad. Su familia entró a formar parte del accionariado del club y la animaron para que fuera ella la presidenta. Al principio pensó que era una idea descabellada pero según pasaron los meses acabo aceptándola. Su máxima preocupación era que el club atravesaba horas muy bajas y necesitaba más promoción. Por eso, cuando el conjunto pepinero ascendió a Segunda División le costó creérselo: “Era un sueño difícil de alcanzar y se había realizado, costaba creerse que realmente había sucedido. Sentí la alegría de nuestra ciudad por devolverle parte de su prestigio a nuestro club”.

Isabel Tarragó, presidenta de la U.E. Llagostera es un todoterreno que no tiene apenas tiempo para sí misma entre su empresa textil y el club. Cuando el anterior presidente dejó su cargo, el suyo fue el primer nombre en salir a la palestra. Además tiene la suerte de trabajar casi codo con codo con su marido, Oriol Alsina.

 “Cualquiera que esté preparado es válido para un cargo. No importa que seas hombre o mujer, importa que tengas ganas”.

Pocos equipos han conseguido tantas cosas en tan poco tiempo como el Llagostera. Isabel vivió el ascenso con mucha ilusión: “Hicimos todo lo que pudimos y al final se consiguió. Tenemos que intentar mantener la categoría los máximos años y disfrutarlo.”

Aunque no tiene costumbre de entrar en el vestuario de los jugadores admite que poco a poco el hecho de ver a una mujer al frente de una empresa, sea la que sea, será una normalidad.

Sagrario González, presidenta del Atlético Astorga F.C. Junto con Ana Belén Pancho, expresidenta de la U.P Langreo que tuvo que dejar su cargo a finales del pasado año, completa la lista de las únicas cuatro mujeres dirigentes de equipos de Segunda y Segunda División B en nuestro país.

Se define como una presidenta atípica. En efecto es ella misma quien coge el teléfono y avisa a alguien para que “le cubra un momento” y poder hablar con nosotros. Ve el fútbol de una forma muy familiar, los jugadores son como sus hijos. Acostumbrada a trabajar con hombres, jamás se ha sentido discriminada y asegura que tampoco lo permitiría.

“No suelo entrar al vestuario pero porque creo que es una zona privada, no hay ningún problema pero a mí no me gusta. Les animo, les felicito, lo que haga falta, pero desde la puerta”.

Ella no decidió dedicarse al fútbol, lo decidieron por ella. La anterior junta directiva no quiso seguir y cuando se iba a disolver el club, ella se hizo cargo. Pasó de estar a punto de desaparecer a ascender a Segunda B en cuatro años.

Las encargadas de hacer cumplir las normas

Pero no solo destacan en la dirección de los equipos, también hay nombres propios en uno de los mundos menos agradecidos y más difíciles: el del arbitraje.

Fernanda Colombo decidió iniciar su carrera en el fútbol masculino, pero como árbitro. A sus 23 años consiguió convertirse en un referente en su Brasil natal y en el resto del mundo.

En España hay tres mujeres que destacan, y han destacado, por el mismo motivo: Marisa Villa, Judit Romano y Rosa Bonet.

Marisa Villa, primera mujer colegiada de Primera División. En 2013, dejó el arbitraje tras 17 años de carrera. Ahora trabaja como observadora de árbitros en UEFA e instructora en FIFA pero tras su nombre siempre irá el apellido de “primera mujer colegiada en Primera División”.

Su andadura en el fútbol comenzó en su Puebla de Don Rodrigo natal, donde se encargaba de las escuelas deportivas. Un día le ofrecieron arbitrar y decidió hacer el curso: “Me gustaba la sensación de tener que decidir, me enganchó.”

“Cuando empecé la sociedad no era igual.  Se extrañaban de que hubiese una mujer arbitrando en un campo de fútbol o una guardia civil o una conductora de autobús”.

Consciente de la dificultad de su antiguo trabajo, asegura que “no hay nada más bonito que alguien quiera ser árbitro porque un día te vio a ti”. Admite que la dificultad para hombres y mujeres es la misma y confía en que el hecho de que la selección femenina vaya a jugar en Catar, sea un aliciente para que muchas niñas quieran dedicarse al fútbol y quieran ser árbitros.

Judit Romano, la única mujer árbitro del fútbol profesional. El 24 de agosto debutó en la Liga de Fútbol Profesional la única mujer árbitro en Primera y Segunda división: Judit Romano.

El arbitraje es, sin duda, lo suyo. Le intrigaba conocer el deporte a fondo, quiso aprenderse el reglamento y se dio cuenta de que quería dedicarse a ello.

“Me faltan al respeto como a todos los árbitros, no es diferente por ser mujer”.

Coincide, como sus compañeros, en que arbitrar es mucho más difícil de lo que ellos mismos piensan, que dos ojos y dos piernas no son suficientes.

Cada vez son más mujeres las que demuestran que son capaces, que lo hacen con ilusión y sobre todo, que se les da muy bien.

Rosa Bonet, la primera mujer árbitro de la historia en España. El fútbol corre por sus venas. Creció en un entorno en el que era imposible no enamorarse del fútbol. Su madre, de 82 años, fue hasta hace cuatro socia del Atlético de Madrid y no se pierde ni un solo partido. Y si arbitran los amigos de su hija, menos.

Rosa Bonet siempre será un referente en el mundo del deporte. Se colgó el silbato del cuello en 1979, cuando todavía a las mujeres les costaba acudir a los estadios como público y los árbitros eran agredidos cada fin de semana.

“En aquella época, los lunes ibas al colegio a ver a cuántos habían pegado. A mí solo quisieron pegarme una vez porque expulsé a un niño y la madre dijo que a su hijo no le expulsaba una mujer”.

Nunca ha jugado al fútbol pero la figura de árbitro siempre le llamó la atención. Con 16 años fue a apuntarse al colegio de árbitros, no sabía que era la primera en España y solo encontró trabas. Intentaron disuadirla de mil maneras, incluyendo nuevas normas, sin poder arbitrar a juveniles, teniendo que acudir a varios partidos el mismo día en diferentes zonas de Madrid…pero no se cansó.

“Creían que buscaba notoriedad, pero yo solo quería arbitrar”.

Muy crítica con el estamento arbitral actual, Rosa cree que todavía sigue habiendo un machismo tremendo y que cada vez que una mujer está al frente de algo los hombres que están debajo intentan tumbarla. Actualmente en España hay 15.000 árbitros federados. Solo 400 son de sexo femenino.

Los escasos referentes que tienen las niñas hacen que sean unas pocas las que se atreven a colarse en un mundo al que muchos creen que no pertenecen. Aunque en el caso de las presidentas, si hay un dato que puede hacer que se unan a ese selecto y, de momento, pequeño club es que los cuatro equipos dirigidos por mujeres que se jugaban el ascenso la temporada pasada, lo consiguieron.

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