Carlo Ancelotti siente un profundo respeto hacia el Rayo Vallecano. Paco Jémez no teme a nada.

Ambos podrían firmar un pacto de no agresión como si de Alemania y Polonia se tratase, pero aunque sean hombres de palabra, siempre hay alguien que acaba por romper los acuerdos. Ambos tienen un mismo objetivo pero ninguno da por perdido, ni por ganado, el choque de esta noche.

Hasta que el Barça le pasó por encima al Rayo no le iba nada mal. Y después tampoco ha cambiado mucho la historia. Ahora, los de Jémez están en una novena posición nada despreciable si tenemos en cuenta que la Real Sociedad, el Celta o el Espanyol están por debajo de los franjirrojos. Es más, la pasada temporada fue suficiente con 37 puntos, esta ya llevan uno más. Pero siempre están preparados para sufrir, para resurgir de sus cenizas; sobre todo porque, en palabras del técnico del cuadro vallecano: “la teoría no casa siempre con la práctica” y aunque sea un topicazo, en el fútbol puede pasar cualquier cosa.

La otra cara la protagoniza Ancelotti, un técnico criticado o adorado en su club según el día. Necesita tomar decisiones. Dar descanso a un jugador importante puede suponer un fracaso sin solución y cada error sale caro, no se perdona. Imprevisible no está en su vocabulario ni en su pensamiento, hacer los mismos cambios ganando por goleada que necesitando remontar le ha valido un aumento de detractores, pero la afición del Real Madrid siempre es exigente, eso no cambia. Lo que sí le define es la prudencia, no se fía de un Rayo que puede hacerle mucho daño con su juego y que más de una vez ha conseguido sacarle de quicio y comer más chicles de los habituales.

El Rayo todavía no respira tranquilo y al Madrid aún le quedan deberes pero esta noche uno de los dos podrá hacer una muesca más en su pizarra.

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