¿Qué te juegas cuando no te juegas nada? A veces creer que no tienes nada que perder, pero tampoco algo que ganar, te hace centrarte en aspectos menos convencionales del juego. Solo a veces, como sucedió el pasado sábado, lo importante no está en el marcador, ni en su resultado. Lo verdaderamente importante va más allá. Y se materializa en algo intangible y que a la vez es más importante que sumar o no sumar puntos. Lo que acapara la atención es un sentimiento. Y es que no se puede comprender el fútbol sin él.

El FC Barcelona vistió al Camp Nou de gala para su último partido de Liga. Su afición llenó el campo. Las fotos se sucedían por miles en redes sociales y el twitter echaba humo. Se podía suponer que esto sucedería desde días atrás. Había llegado el momento. Era la hora. Sólo recordarlo hace que mi piel se asemeje a la de una gallina y que mis ojos se vuelvan brillantes y una especie de fuente a punto de explotar. Contener la emoción es difícil cuando se dan casos. Esos en los que la emoción puede más que cualquier otra cosa.

No nos jugábamos nada. El Barça ya era campeón de Liga cuando se enfrentó al Deportivo de la Coruña el sábado por la tarde. Ofrecer el trofeo a su afición y hacer una vez más partícipe, a todos los culés, de esa extraña sensación que acompaña al fútbol. La sensación de que aunque tú no estés sobre el terreno de juego, aunque ni tan siquiera puedas acompañar al equipo en cada partido (por el motivo que sea), en alguna parte de ti, sabes que una mínima, casi ínfima, parte de ese título (que espero sea el primero de varios) es también un poco tuyo. Vivir unos colores, un escudo, una camiseta hasta sus últimas consecuencias también es esto. Poder permitirse celebrar como si fueras uno más. Celebrar la consecución de la Liga podría parecer lo principal, pero para el barcelonismo era un mero trámite, lo importante, como os decía antes venía marcado por algo mucho más sentimental, intangible y que quedaba reflejado en una sola palabra: GRACIAS.

Gracias a Xavi. Gracias por lucir ese brazalete como casi nadie. Gracias por muchas cosas, por todas las Ligas, los torneos, las Copas, los títulos en general. Gracias por demostrarnos que el cerebro puede, y debe, funcionar antes que las piernas. Gracias porque hace demasiado tiempo, antes de que llegase Rijkaard, (y en varias ocasiones) Xavi ha estado a punto de dejar el Barcelona. Su equipo. Mi equipo. Un jugador que ha sabido poner los intereses del club por delante de los suyos propios, un futbolista que supo esperar para ayudar. Porque no olviden que ya casi con todo decidido, Xavi se quedó esta temporada, porque hay veces que hay que saber esperar el momento y sobre todo hacerlo en favor de un conjunto.  Un capitán que  se despide de su afición y su escenario con el brazalete puesto. Como debe ser. Con una ovación y un sonoro gracias que no se nos olvidará nunca darte. Complicado desde el lado anímico. Complicado por parte de todos. La importancia de este adiós es más grande que la felicidad que provocaba vernos recibidos por un pasillo que nos certificaba como campeones. No hubo ni un solo momento en que el Camp Nou no aplaudiese cualquier toque que Xavi diese al balón, era su forma de agradecerle los 17 años de fidelidad al club. Nosotros también te seremos fieles. Y te lo seremos eternamente.

Siempre me despido con un ¡Visca el Barça! esta vez quiero hacerlo con un #6raciesXavi. Gracias por hacerme amar este deporte.

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