Cuando llega el mes de mayo, comienza el buen tiempo y también se acercan los exámenes, hay que entregar proyectos y ponerse las pilas porque para cuando uno se da cuenta, el fin de curso está ahí. Muchos nervios y muchas horas de insomnio porque no se han hecho los deberes a su debido tiempo y llegan las prisas de última hora. Junio es sinónimo de ir cerrando curso y tras los sustos y/o sorpresas agradables ante la llegada de las temidas notas, siempre quedan días sueltos que uno tiene que estar allí pero que no se juega nada. Todo está escrito.

Tras el empate conseguido al otro lado de la A8 a pesar del árbitro y su regalo al eterno rival, volvíamos a Anoeta con la pereza que da asistir a clase sabiendo que uno no va a aprender nada nuevo ni va a ganar mucho al estar todo el pescado vendido. Un viernes festivo que invitaba más a irse de pintxos por la Parte Vieja. Pero el aficionado de la Real es así: ni se le pasa por la cabeza fallar a la cita con su amante.

Y mira por donde la tarde-noche nos tenía una sorpresa preparada: VELAZO. Pero vayamos por partes. La Real salió al campo sin los nervios propios de estar jugándose nada pero con una buena actitud en el césped. Sin lanzarse en tromba al ataque pero moviendo el balón de una manera fluida, en el minuto 13 de partido, Finnbogason consiguió perforar la portería levantina tras una bonita jugada trenzada con un sensacional pase de Prieto para Yuri quien asistió para que el suizo marcara su segundo gol en liga.

Ya en el segundo tiempo Pardo sacó un córner y Markel Bergara peinó el balón dentro de la portería. Precioso el gol desde el comienzo, la ejecución y la finalización. 2-0 y en Anoeta se preparaba la traca final.

Cinco años, cinco eternos años habían pasado desde que Claudio Bravo logró anotar de falta en aquel partido contra el Nástic en Segunda División. A falta de cuatro minutos para el final del partido, el árbitro pitó una falta fuera del área. Granero, que ya había rozado el gol en un lanzamiento anterior, se acercó al balón, junto a él, Vela. Por la mismísima escuadra, por allí, Vela decidió celebrar su gol 50 con la Real Sociedad de la mejor manera posible: gol del falta directa.

Y a mí, Carlos, se me enchinó el cuero. A mí y a todos los aficionados. No fue un gran partido, ni un resultado que nos clasificara para nada, pero ese gol de falta hizo que la Marcha de San Sebastián volviera a sonar en Anoeta.

https://www.youtube.com/watch?v=aj5hJFydj1Y 

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